
Los gigantes existen en 90 países, con orígenes muy diversos. Algunas de las figuras ya se hallan documentadas en el siglo XV, tanto en África como en Asia y Europa. Al llegar los primeros europeos a América diversas tribus ya poseían gigantes.
El origen de la tradición en España, data de la Edad Media. Las tierras de la península en la zona musulmana tenían prohibido por el Corán representar seres vivos. Al avanzar la reconquista, con sus repobladores cristianos, desplazando a los pobladores musulmanes, o asentándose en poblaciones separadas, llevaron consigo sus tradiciones. Tal es el caso de Guatemala que adopto tradiciones traídas por los españoles en tiempo de la colonia. En pleno Camino de Santiago, el Reino de Navarra como reino cristiano más importante, del cual además, surgieron las dinastías reales peninsulares, fue durante mucho tiempo el modelo a seguir. Las primeras referencias escritas datan de 1,201 en Pamplona (Navarra) con tres gigantes que representaban a tres personas de Pamplona: Pero-Suciales (leñador), Mari-Suciales (aldeana) y Merá Gotero (judío). Solían salir en la procesión de San Fermín el 25 de septiembre.
Pasó la costumbre al Reino de Castilla en España y sobre todo a la Corona de Aragón. Es costumbre de origen medieval, muy popular acompañada de marchas, y grupos musicales en pueblos y ciudades de Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Andalucía, Castilla - La Mancha y norte de España. Más tarde, la tradición de los gigantes, fue extendiéndose por España y el mundo entero.
Sin duda alguna los españoles que venían con don Pedro de Alvarado impusieron sus costumbres y tradiciones españolas en tierras guatemaltecas, por lo que el Baile de los Gigantes que Actualmente se ejecuta en varios departamentos de Guatemala, es un gran ejemplo de las tradiciones que nos dejaron nuestros antepasados, probablemente el baile de los gigantes de Ciudad Vieja sea una de las tradiciones más antiguas que aún se conservan en este pueblo.
Cuentan los viejitos de este pueblo que antiguamente los gigantes bailaban de esquina en esquina, con sus cabelleras de muñeca, unos rubios y otros negros como tizón. La marimba viajaba detrás, cargada en hombros de músicos descalzos, de saco azul y corbata negra. Los espectadores nos agrupábamos a su alrededor, distantes de los enormes brazos que giraban repartiendo posibles sopapos, y presenciábamos el espectáculo con una sonrisa dibujada en la cara. Los desocupados seguían el convite unas cuantas cuadras, hasta que eran relevados por la gente de otro barrio. Otras personas buscadas por las cofradías se encargaban de colocar en las esquinas el tubo rojo de base plana, donde quemaban esas bombas pardas con apariencia de ratones de larga cola. El olor de la pólvora tenía un regusto muy particular, mezclado con el tabaco quemado de los puros o cigarrillos sin filtro que fumaban los ancianos.
Debajo del ve

Los gigantes negros tenían su propia realeza, aunque pasaran por esclavos o moros vencidos. Todos bailaban para anunciar algún evento importante, procesiones, misas y velaciones. Tal es el caso de la procesión de Jesús Sacramentado (Corpus Christi), siguiendo el mismo recorrido que días después tendría esta procesión.