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jueves, 21 de octubre de 2010

Hiatoria de los Retablos Coloniales

La palabra retablo tiene su origen en las voces latinas retro, detrás, y tabula, mesa o altar. Y así es como se denominan a las estructuras que se levantan delante de los muros internos de un templo. Los retablos están constituidos esencialmente por elementos arquitectónicos, como columnas y entablados, los cuales crean espacios destinados a contener pinturas y esculturas. En Guatemala se manufacturaron exclusivamente en madera, preferentemente cedro, muchas veces recubierta con lámina de oro. Además de enriquecer los muros internos del templo y de constituir el principal elemento del mobiliario eclesiástico, tienen como función primordial narrar de un modo gráfico, los principales pasajes de la historia y la vida de los santos, o algún otro tema religioso.

El gran tamaño de los retablos obviamente implica un trabajo colectivo. Según la Historia de la Imaginería Colonial en Guatemala, de Heinrich Berlin, además de los oficiales y aprendices que tomaban parte en su ejecución, cuatro diferentes artistas podían intervenir: ensambladores, escultores, doradores-estofadores y pintores. A los primeros les correspondía hacer el propio retablo con todos los ornamentos tallados. Los ensambladores se encargaban de hacer el propio retablo con todos los ornamentos tallados. Los escultores por su parte hacían las estatuas de bulto o de medio relieve, dejando su parte sin dorar ni pintar. Los doradores doraban los retablos con oro legítimo utilizando a veces en adición matices de otros colores. Ellos mismos usualmente aplicaban el estofado a las imágenes, en cuyo proceso cubrían las imágenes con una delgada capa de yeso sobre tela, en la cual luego aplicaban oro y pintura. Finalmente, los lienzos de pintura eran hechos por pintores profesionales.

Varios cronistas del reino de Guatemala han dejado atestiguado en sus obras las diversas formas de ornamentar los templos, así tenemos que Fray Antonio Remesal primer cronista del reino, menciona entre 1615 y 1617 que los retablos eran muy pobres en esta época. Luego de la pobreza inicial que Remesal señala, se tiene otro testimonio de Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán para la última década del siglo XVII, quien describe los ornamentos de los templos como "...elegantes... adornados de pulidos y maravillosos retablos, ricos, majestuosos ornamentos...". En su obra, la Recordación Florida, se encuentran innumerables citas en las que se señala la riqueza de los ornamentos de los templos del obispado de Guatemala, principalmente en el altiplano central y occidental.

Con el paso del tiempo y por varias razones, muchos retablos guatemaltecos han sufrido cambios iconográficos y formales. Entre las causas principales se pueden mencionar las preferencias devocionales de los fieles, el traslado de los retablos desde La Antigua Guatemala al valle de la Ermita después de los terremotos de 1773, los daños ocasionados a los templos de la ciudad de Guatemala y muchos pueblos del altiplano por los terremotos de 1917-1918 y 1976, así como el desconocimiento del valor histórico y artístico de los retablos, por los encargados de los templos.